Faustina López González
The Scream, 1893. Edvard Munch (1863-1944) |
Faustina (alias la Grifa, por su pelo rizado) se dedicaba a cocinar y a limpiar en casas de otros vecinos en un pequeño pueblo castellano, Pedro Bernardo (Ávila). Su compañero se llamaba Mariano Martín de la Cruz (alias José el Cano), un jornalero analfabeto. No estaban casados legalmente según las leyes españolas. Se habían casado en Francia, cuando se fueron en busca de un trabajo que escaseaba en España. Tenían tres hijas. Un día cualquiera de 1936 Mariano fue detenido en Ávila, acusado de haber sido el alcalde rojo de Pedro Bernardo. Gracias a su patrón salvó la vida: ¿cómo iba a ser alcalde Mariano si no sabía leer ni escribir? Vale que Mariano tuviera ideas, pero no era más que un simple segador, argumentó su patrón. Mariano tuvo que esconderse durante un tiempo en Arévalo. A su esposa Faustina le dijeron que había muerto.
Días después, el 20 de septiembre de 1936, echaron a Faustina de su casa. Solo podría regresar en el caso de que pagase 1,000 pesetas. Como no tenía dicha cantidad, detuvieron a Faustina. A Faustina le raparon la cabeza: únicamente la dejaron con un mechón en la coronilla que ataron con un lazo rojo. Después la hicieron pasear con otro grupo de mujeres igualmente rapadas. Luego la desnudaron. Más tarde la asesinaron. ¿Por qué? Porque pensaba de otra manera. No. Simplemente la mataron porque no tenía 1,000 pesetas y era la mujer de Mariano. La enterraron cerca del Puerto de Serranillos, una zona de paso que utilizaban los animales para bajar desde la sierra de Gredos hasta el río Tiétar.
Casi dos años después, Mariano regresó a Pedro Bernardo gracias a unos documentos que lo protegían y lo eximían de cualquier delito o culpa por pensar de otra forma. Mariano únicamente quería enterrar a su esposa en un lugar adecuado. Las autoridades no se lo permitieron: “te la llevarás al cementerio cuando las ranas críen pelo. No andes molestando no vayamos a hacer contigo lo que hicimos con ella”. Algunos de sus vecinos mostraron indiferencia. Algunos niños apedrearon a sus hijas. Algunos adultos se reían y se mofaron de ellos. A Mariano le pegaron varias palizas. En una de ellas, se le cayó la carne del brazo. El médico que intentó curarle también sufrió una paliza. La mujer de la farmacia tenía prohibido venderles nada, aún así dejaba los medicamentos a escondidas porque tenía miedo. Eran sus hijas de 12 y 6 años quienes le curaban.
A sus hijas la vida no les resultó fácil. De forma periódica tuvieron que beber aceite de ricino con guindillas. No fueron las únicas. Solían llevar a las mujeres al cuartel y allí debían beber un litro de ricino y tomar 20 guindillas. Los niños sólo tenían que tomar medio litro y 10 guindillas. Así estuvieron hasta que María, la hermana menor, cumplió 17 años. Más de diez años. Probablemente su padre lo supiera o cuanto menos lo intuyera, pero sus hijas jamás le dijeron nada. No querían hacerle sufrir. María y su familia crecieron en la pobreza. Mariano compró una cabra y fue tirando hacia adelante con el espumante de la leche. María fue a la escuela con los hijos de los asesinos de su madre. Se llevaba bien con ellos, porque los hijos nunca tienen la culpa de lo que hicieron sus padres. Igual que Faustina no tenía la culpa de que su marido pensara diferente. María se marchó con 20 años a Madrid para servir a unos señores.
Mariano murió el 29 de marzo de 1977, jamás volvió a casarse con otra mujer. María Martín la hija menor murió el pasado 24 de julio. Aunque intentaron varias veces recuperar sus restos, Faustina sigue enterrada en una fosa común. Cerca de un quitamiedos de la carretera comarcal 501. No parece que Mariano y Faustina puedan descansar juntos en la eternidad algún día. La vida es así. A algunos les va muy bien, a otros les va normal con sus alegrías y tristezas y a otros simplemente no les va. A poca gente parece importarle.
Días después, el 20 de septiembre de 1936, echaron a Faustina de su casa. Solo podría regresar en el caso de que pagase 1,000 pesetas. Como no tenía dicha cantidad, detuvieron a Faustina. A Faustina le raparon la cabeza: únicamente la dejaron con un mechón en la coronilla que ataron con un lazo rojo. Después la hicieron pasear con otro grupo de mujeres igualmente rapadas. Luego la desnudaron. Más tarde la asesinaron. ¿Por qué? Porque pensaba de otra manera. No. Simplemente la mataron porque no tenía 1,000 pesetas y era la mujer de Mariano. La enterraron cerca del Puerto de Serranillos, una zona de paso que utilizaban los animales para bajar desde la sierra de Gredos hasta el río Tiétar.
Casi dos años después, Mariano regresó a Pedro Bernardo gracias a unos documentos que lo protegían y lo eximían de cualquier delito o culpa por pensar de otra forma. Mariano únicamente quería enterrar a su esposa en un lugar adecuado. Las autoridades no se lo permitieron: “te la llevarás al cementerio cuando las ranas críen pelo. No andes molestando no vayamos a hacer contigo lo que hicimos con ella”. Algunos de sus vecinos mostraron indiferencia. Algunos niños apedrearon a sus hijas. Algunos adultos se reían y se mofaron de ellos. A Mariano le pegaron varias palizas. En una de ellas, se le cayó la carne del brazo. El médico que intentó curarle también sufrió una paliza. La mujer de la farmacia tenía prohibido venderles nada, aún así dejaba los medicamentos a escondidas porque tenía miedo. Eran sus hijas de 12 y 6 años quienes le curaban.
A sus hijas la vida no les resultó fácil. De forma periódica tuvieron que beber aceite de ricino con guindillas. No fueron las únicas. Solían llevar a las mujeres al cuartel y allí debían beber un litro de ricino y tomar 20 guindillas. Los niños sólo tenían que tomar medio litro y 10 guindillas. Así estuvieron hasta que María, la hermana menor, cumplió 17 años. Más de diez años. Probablemente su padre lo supiera o cuanto menos lo intuyera, pero sus hijas jamás le dijeron nada. No querían hacerle sufrir. María y su familia crecieron en la pobreza. Mariano compró una cabra y fue tirando hacia adelante con el espumante de la leche. María fue a la escuela con los hijos de los asesinos de su madre. Se llevaba bien con ellos, porque los hijos nunca tienen la culpa de lo que hicieron sus padres. Igual que Faustina no tenía la culpa de que su marido pensara diferente. María se marchó con 20 años a Madrid para servir a unos señores.
Mariano murió el 29 de marzo de 1977, jamás volvió a casarse con otra mujer. María Martín la hija menor murió el pasado 24 de julio. Aunque intentaron varias veces recuperar sus restos, Faustina sigue enterrada en una fosa común. Cerca de un quitamiedos de la carretera comarcal 501. No parece que Mariano y Faustina puedan descansar juntos en la eternidad algún día. La vida es así. A algunos les va muy bien, a otros les va normal con sus alegrías y tristezas y a otros simplemente no les va. A poca gente parece importarle.
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Más detalles sobre esta historia en:
Documental El silencio de los otros (Almudena Carracedo y Robert Bahar)
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Paul Preston señala en su libro “Holocausto español” que murieron más de 500,000 personas durante la Guerra Civil, sin contar aquellas que murieron por desnutrición y/o enfermedad. De este medio millón, casi 300.000 personas perdieron la vida en los frentes de batalla y cerca de 200.000 personas fueron asesinados lejos del frente, ejecutados tras dudosos procesos legales. De estos últimos, alrededor de 150,000 civiles fueron asesinados por los falangistas y franquistas (unos 20,000 de ellos en la postguerra) y unos 50,000 civiles por los anarquistas y comunistas. Los asesinatos realizados por los franquistas fueron tres veces más que los realizados por los gubernamentales; excepto en Madrid, donde los comunistas en connivencia con los servicios secretos soviéticos se ensañaron con la población civil en la fosa de Paracuellos (sobre las represiones durante la Guerra Civil Española podéis ver los documentales sobre Badajoz y Paracuellos). Existe un número indeterminado de las personas que murieron de hambre y enfermedades en prisiones y campos de concentración franquistas al terminar la guerra, donde se hacinaban en condiciones infrahumanas. Casi otras 500,000 personas huyeron y se exiliaron. Muchos perecieron en los campos de internamiento franceses. Otros en los campos de exterminio nazis. La mayor parte no volvió. España, con más de 114,000 desaparecidos, es "el segundo país del mundo, tras Camboya, con mayor número de personas víctimas de desapariciones forzadas cuyos restos no han sido recuperados ni identificados".
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En julio de 2014 el Grupo de Trabajo sobre las desapariciones forzadas de Naciones Unidas presentó un informe tras su visita a España en septiembre de 2013. El informe final con 42 recomendaciones señala que España está "obligada" por el Derecho Internacional y la Declaración sobre Protección de todas las personas contra las Desapariciones Forzadas (que ratificó en 2010) a "asumir su responsabilidad" y elaborar "una política de Estado comprensiva, coherente y permanente" que permita a los familiares de los desaparecidos durante la Guerra Civil y la dictadura saber qué pasó con ellos. Textualmente: "Dado el transcurso del tiempo desde que la mayor parte de las desapariciones forzadas comenzaron a ejecutarse y la edad muy avanzada de muchos testigos y familiares, es urgente que el Estado adopte como inmediata prioridad la búsqueda de la verdad y en particular sobre la suerte y el paradero de las personas desaparecidas".
Para leer el informe se puede consultar este link de Naciones Unidas buscar A/HRC/27/49/Add.1 Addendum - Mission to Spain (o directamente aquí).
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