Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2030): Pobreza, Ayuda al Desarrollo, Instituciones y Economía Experimental

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En septiembre de 2015 se produjo la Cumbre para el Desarrollo Sostenible, en la cual los Estados Miembros de la ONU aprobaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Esta agenda incluye un conjunto de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para intentar poner fin a la pobreza, hacer frente al cambio climático y luchar contra la desigualdad y la injusticia. En concreto son: (1) Fin de la Pobreza; (2) Hambre Cero; (3) Salud y Bienestar; (4) Educación de Calidad; (5) Igualdad de Género; (6) Agua Limpia y Saneamiento; (7) Energía Sostenible y No Contaminante; (8) Trabajo Decente y Crecimiento Económico; (9) Industria, Innovación e Infraestructura; (10) Reducción de las Desigualdades; (11) Ciudades y Comunidades Sostenibles; (12) Producción y Consumo Responsables; (13) Acción por el Clima; (14) Vida Submarina; (15) Vida de Ecosistemas Terrestres; (16) Paz, Justicia e Instituciones Sólidas; (17) Alianzas para lograr los Objetivos. Estos ODS, también conocidos como Objetivos Mundiales, se basan en los antiguos Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM): ocho objetivos contra la pobreza que el mundo se comprometió a alcanzar en 2015. Los ODM, adoptados en 2000, apuntaban a una serie de áreas que incluían la reducción de la pobreza, el hambre, las enfermedades, la desigualdad de género y el acceso al agua y saneamiento. Aunque se han hecho enormes progresos en los ODM, todavía le queda un largo camino a la Economía del Desarrollo para que la pobreza sea erradicada por completo. Más detalles en el Atlas of Sustainable Development Goals.


La Economía del Desarrollo se mueve entre dos visiones opuestas. Por una parte, Easterly opina que la pobreza es un problema de los mismos países, no de Occidente. Este autor se muestra crítico con las ayudas debido al despilfarro y apuesta por trabajar de abajo a arriba y no por grandes planes, tipo Objetivos del Milenio o ahora Objetivos de Desarrollo Sostenible. La clave reside en subsanar los defectos (corrupción) de las instituciones políticas de los países pobres. En otras palabras, si la política funciona probablemente acaben apareciendo políticas económicas sensatas. En el lado opuesto, se sitúa Sachs (artículos aquí, aquí y aquí) para quien gran parte de los países africanos están atrapados en una “trampa de la pobreza” incapaces de salir. Es decir, la pobreza genera corrupción y la corrupción genera pobreza. Para este autor, la clave sigue siendo que la gente de los países en desarrollo sea menos pobre; de ahí que el aumento de la ayuda podría ayudar a erradicar la pobreza extrema de África. En cualquier caso, la ayuda debería centrarse en objetivos específicos (control de la malaria, producción de alimentos, agua potable y saneamiento, por ejemplo) de tal forma, que la mejora de las condiciones de vida permitiera un mejor funcionamiento de los gobiernos y de la sociedad civil. Más información sobre el debate entre Easterly y Sachs, aquí y aquí. Collier desde una posición intermedia subraya que hay determinados estados fallidos del África Subsahariana, a los cuales les sería muy complicado salir de la trampa de la pobreza sin ayuda exterior.

¿Cómo ha afectado el crecimiento económico a estos países? Helpman (2007, p. 127-131) señala que desde principios del siglo XIX la desigualdad de la distribución mundial de la renta personal ha crecido. La proporción de la renta correspondiente al quintil más pobre pasó del 4,7% en 1820 al 2,2% en 1992. La mayor disminución se registró en el siglo XIX y apenas hubo cambios en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial. En términos relativos los datos parecen buenos. Veamos el porqué. En primer lugar, definimos pobreza moderada como el porcentaje de población mundial que vive con menos de 1 dólar al día. En segundo lugar, definimos pobreza extrema como el porcentaje que vive con menos de 2 dólares al día. En principio, las dos tasas de pobreza han disminuido con el paso del tiempo y la proporción de personas que se encuentran en una situación de extrema pobreza, es decir, las que viven con menos de 1 dólar diario, ha disminuido rápidamente desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial. En 1970, según Sala-i-Martín (2002) 1,324 millones de personas vivían con menos de 2 dólares al día y 554 con menos de 1 dólar al día. Entre 1970 y 1998, el número de personas que vivían con menos de 2 dólares al día disminuyó en 350 millones; el de personas que vivían con menos de 1 dólar diario, se redujo en 201 millones. Dollar y Kraay (2002), utilizando una gran muestra de países con observaciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial, han mostrado que la renta real media per cápita del quintil más pobre de un país varió casi en la misma proporción que la renta real media per cápita de toda la población del país. Los trabajos clásicos de Deininger y Squire (1996) y Ravallion y Chen (1997) arguyen que en promedio el crecimiento eleva la renta de los pobres en todo el mundo.

¿Por qué existen diferencias tan importantes entre los ingresos medios de los países más ricos y de los más pobres? Se suelen ofrecer varias explicaciones.
  1. Papel de la geografía -clima y recursos naturales- que condiciona la difusión tecnológica, la productividad agrícola y la calidad de los recursos humanos (Diamond, 2006; Sachs, 2005). Engerman y Sokoloff (2000) muestran que las dotaciones de factores productivos determinan el grado de desigualdad. Dicha desigualdad influye negativamente en la calidad institucional, propicia la búsqueda de rentas políticas y reduce la inversión en capital humano.
  2. Papel del comercio internacional, la globalización y la integración económica para explicar las variaciones en la productividad.
  3. Economía institucional que subraya la importancia de los derechos de propiedad y el Estado de Derecho (North, 2006; Acemoglu, Johnson y Robinson, 2002). Acemoglu, Johnson y Robinson (2002) han desarrollado el concepto de “cambio de suerte” (reversal of fortune) que surgió y fue consolidándose paulatinamente en la economía mundial con el descubrimiento de América. Para estos autores, hacia 1500 las antiguas colonias europeas más ricas y más cercanas al Ecuador han experimentado un retroceso muy significativo en comparación con las colonias más pobres y situadas en el hemisferio sur. ¿Por qué? La respuesta reside en las instituciones. En el hemisferio norte se instauraron instituciones que estimulaban el respeto por los derechos de propiedad. Por el contrario, en los lugares cercanos al Ecuador se implementaron instituciones de carácter extractivo. Dado que las instituciones tienden a permanecer en el largo plazo, esto explicaría la desigual distribución de la renta per cápita a nivel mundial.
Vamos resumiendo. Dependiendo de su orientación política, los culpables del atraso son las instituciones agrarias tradicionales, la colonización y sus instituciones políticas orientadas a obtener recursos, o simplemente el tipo de sociedad en la cual están estancados estos países. En este sentido, Acemoglu y Robinson (2012) han planteado recientemente en un exitoso libro el por qué fracasan las naciones. Para estos autores, la clave del éxito reside en el buen o mal funcionamiento de las instituciones. Las instituciones económicas óptimas estimulan la inversión, la acumulación y el desarrollo de nuevas tecnologías. Este funcionamiento óptimo de las instituciones genera incentivos a la clase política para proveer bienes que satisfagan el interés público (y por tanto, el desarrollo y el bienestar de una sociedad). Sin embargo, las instituciones ineficientes generan la denominada “ley de hierro de la oligarquía”: los dirigentes de instituciones ineficientes tratan de asegurar su permanencia en el poder. Asimismo, no tienen incentivos para estimular el crecimiento, desarrollo y bienestar ya que ello acarrearía un cambio institucional (y por consiguiente, su desaparición de los núcleos de poder).

Paralelamente en los últimos años se están imponiendo los experimentos sociales y la economía experimental para luchar contra la pobreza. ¿En qué consisten? Los denominados randomistas, abogan por realizar experimentos sociales y/o pruebas aleatorias para evaluar políticas sociales. Al igual que en medicina se utilizan ensayos para evaluar nuevos fármacos, por qué no ensayar con determinados grupos de población medidas dirigidas a reducir la pobreza. Si funciona en grupos pequeños, ¿por qué no va a funcionar en grupos mayores? ¿Por qué no va a funcionar en una sociedad, región o país? En cualquier caso, los resultados de estos experimentos proporcionan respuestas sobre la idoneidad de implementar determinadas medidas encaminadas a reducir los niveles de pobreza. Banerjee y Duflo (2012, pp. 300-301) subrayan que “para poder comprender de verdad el efecto que tienen (las instituciones) sobre la vida de los pobres, lo que se necesita es cambiar la perspectiva, pasando de las INSTITUCIONES en letras mayúsculas a las instituciones en letras minúsculas, es decir, a una perspectiva desde abajo”. Para estos autores las restricciones políticas son muy importantes y dificultan las grandes soluciones para los grandes problemas. De ahí, que abordar la reforma de las grandes instituciones sea muy complicado. Sin embargo, la capacidad de mejora gradual de las instituciones más pequeñas y de sus políticas a pequeña escala es mucho mayor. La historia nos enseña que en ocasiones en contextos políticos bastante positivos se llevan a cabo políticas nefastas mientras que a veces en marcos políticos negativos surgen políticas exitosas.

Nota: ¿Cómo se mide la desigualdad?

La forma más sencilla es a través de los índices de Gini que miden cualquier forma de distribución desigual dentro de un país. El coeficiente de Gini es un número que varía entre 0 y 1, en donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y donde el valor 1 se corresponde con la perfecta desigualdad (una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno). En otras palabras, cuando más cerca a 1, más desigualdad. Por el contrario, cuánto más cercano a 0, menos desigualdad. Sobre los índices de Gini os recomiendo el libro de Milanovic: Los que tienen y los que no tienen.

Para saber más: 

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