¿Quiénes son los mejores economistas españoles?

Autómata anticlaro de luna (1994). Sigfrido Martín Begué 
Hace unos meses un excelente economista, Albert Marcet, señalaba en un artículo de prensa que (...) hay mucha gente que habla de economía sin saber mucho y dice muchos disparates. Desgraciadamente los periodistas prestáis mucha atención a ese tipo de "pseudo economistas". (...) La mayoría no sabe mucho. Hay economistas que están mucho en los medios que siempre están prediciendo catástrofes o diciendo lo que llama la atención para que así les entrevisten otra vez. Estos economistas no son serios. Hay otros que dicen lo que le conviene al partido o al banco de turno. Y creo que una cosa que pasa en España es que los periodistas —y un poco todo el mundo— no buscan a los expertos.

A raíz de esta afirmación dónde podemos encontrar a los mejores economistas españoles. Aunque no es fácil, existe una base de datos denominada RePEc en la cual están alojados más de 2 millones de documentos de trabajo (working papers) y artículos de las distintas ramas de la economía. A partir de RePEc se pueden identificar los principales centros de investigación económica en España y los economistas españoles (o que trabajan en centros españoles) más citados. Como puede apreciarse la mayoría de ellos son desconocidos del gran público, no aparecen en los grandes medios de comunicación con asiduidad y parece ser que la prensa tampoco acude a ellos cuando necesita documentarse sobre los problemas económicos.


Para distinguir a un economista de un pseudo-economista os recomiendo el libro de José Luis Ferreira (blog Todo lo que sea verdad; twitter) de Economía y Pseudociencia (2013). En cualquier caso, algunas pautas y/o breves consejos para identificar y huir de los pseudo economistas:

1. Algo tan sencillo y trivial como ir a su cv, identificar su especialización (macroeconomía, microeconomía, economía pública, teoría de juegos, historia económica, etc.) y comprobar cuántas publicaciones en inglés tiene. En economía, al igual que en otros campos científicos, existen las denominadas revistas de impacto (un ejemplo sencillo aquí). ¿Qué significa esto? Si nosotros queremos identificar al mejor tenista nos solemos fijar en cuantos Open Australia, Roland Garros, Wimbledon y Open USA ha ganado; en economía nos tendremos que fijar en cuántos artículos ha conseguido publicar en el Quarterly Journal of Economics, American Economic Review, Journal of Political Economy o Econometrica por citar algunos ejemplos. Así que desconfiad de aquellos economistas que tienen publicados infinitos libros y artículos, pero no han publicado jamás en las revistas de referencia de su campo de especialización.

2. Numerosos pseudoeconomistas abusan de los elementos descriptivos (bla, bla, bla...) y apenas utilizan con rigor las matemáticas, la estadística y/o la econometría. A raíz de esto suelen despreciar las revistas de mayor impacto porque -según estos pseudoeconomistas- no representan las visiones críticas de la economía. Incluso algunos pseudo economistas se atribuyen la exclusividad de la economía crítica y califican (etiquetan) políticamente a los que piensan distinto a ellos como neoliberales. En mi opinión, explicar la economía sin datos o sin utilizar métodos cuantitativos es equivalente a preferir a un curandero que a un médico. Hace muchos años, José Casani (1673-1750) escribió que "los que por naturaleza son matemáticos son habilidosos para cualquier facultad". Lo suscribo por completo. A estos pseudoeconomistas que se autoproclaman como economistas críticos y que etiquetan como neoliberales a todos aquellos que no piensan como ellos, les recomendaría el libro de Jean Tirole, La Economía del bien común, del cual entresaco el siguiente fragmento: La economía no está ni al servicio de la propiedad privada y los intereses individuales, ni al de los que querrían utilizar al Estado para imponer sus valores o hacer que sus intereses prevalezcan. Rechaza tanto la supremacía del mercado como la supremacía del Estado. La economía está al servicio del bien común; su objetivo es lograr un mundo mejor.

3. Se debe desconfiar de aquellos economistas que saben absolutamente de todo, es el denominado "complejo de tertuliano": hablar de todo como si fuera un experto mundial. Es absolutamente imposible dominar todas las disciplinas. En otras palabras, si un economista es especialista en economía financiera es bastante improbable que lo sea en política fiscal o en política energética. Divulgar ideas económicas no te convierte en un economista de prestigio.

4. Finalmente también debemos de desconfiar de aquellos economistas que utilizan modelos matemáticos sin tener en cuenta la propia economía, la historia o la filosofía. Un modelo es única y exclusivamente un instrumento. Hace unos años, el 12 de noviembre de 2013 (editorial completa aquí), el Financial Times señalaba que... The recital of laws and ritual genuflection towards mathematical models may lend the subject a certain intellectual respectability, but much of this is spurious. Mathematics should, of course, not be neglected, but the emphasis on abstract theory should be downgraded in favour of a more balanced intellectual diet. This should include the relatively neglected discipline of economic history. (...) The market for economic theorists may not have gone the way of the subprime collateralised debt obligation but it is not what it was. There is a recognition that disciplines such as psychology, history and finance need to be more firmly embedded in economics teaching. The route to publication in top journals should involve empirical research, not just the firing up of an Excel spreadsheet. The Economist apuesta por la misma línea argumental... (texto completo aquí): It is not just students who are dissatisfied with economics. Professional economists can spot easy wins too. Many think economic history should be more widely taught, citing the fact that Ben Bernanke’s Federal Reserve, influenced by his knowledge of the Great Depression and of Japan’s slump in the 1990s, outperformed rich-world peers. It is not merely American financial history that matters, either. Stanley Fischer, governor of Israel’s central bank between 2005 and 2013, says he found economic history (including Walter Bagehot’s famous rule—to provide generous amounts of cash to troubled banks, but to charge them for it) useful in combating the 2008 crisis. This material had long fallen off the syllabus in most universities before the crash.

Me gustaría finalizar citando una frase pronunciada por Jean Tirole al aceptar su Premio Nobel en 2014: “Hacer de este mundo un mundo mejor es la primera misión del economista” (discurso aquí).

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