Los consejos económicos de mi abuelo: tecnología, educación universitaria y meritocracia
Grandpa's stories. G.J. Christian Urlaub (1846-1914) |
1. Un país crece cuando es productivo y cuando aumenta su población, y sobre todo su población joven. Cuando un país es viejo ni consume ni invierte porque ya lo ha hecho.
2. La economía verdadera es muy sencilla: la persona que gane 5 euros, que gaste 1; si se gasta 6, ya se ha “fastidiado” la economía. En este punto, mi abuelo me comentó que esos 4 euros ahorrados hay que invertirlos en cosas productivas -empresas, por ejemplo- no en pisos. Si las personas consideran y aprecian que es más rentable invertir en pisos o tener el dinero en el banco, es que algo no funciona en el país.
3. No hay bien que siempre dure. De lo malo a lo bueno se va bien; pero de lo bueno a lo malo, ay! que mal se suele ir (mi abuelo apostilló refiriéndose a España: “y es lo que va a venir”).
Voy a seguir con las buenas noticias. ¿Cómo salir de la crisis? Creo que estudiando más..., pero si la tecnología y el uso de robots en el siglo XXI no hicieran necesario la demanda de conocimientos y educación universitaria…¿qué sucedería?
En la actualidad los niveles de educación superior en Europa han superado con creces el ritmo del cambio tecnológico. Veamos algunos ejemplos. En Austria, la proporción de personas con un título universitario o su equivalente (grado, licenciatura y/o diplomatura) ha aumentado más de un 250% entre 1996 y 2012; en el Reino Unido e Italia se ha duplicado; en España ha aumentado un 70% y en Francia un 60%. Únicamente en EEUU y en Alemania se han registrado aumentos más pequeños en torno a un 25%.
Otro síntoma se aprecia en la brecha (gap) salarial: la brecha entre el salario de los trabajadores cualificados y no cualificados se está reduciendo cada vez más. La reducción de esta brecha puede obedecer a la utilización de tecnología cada vez más eficiente o en otras palabras: “máquinas cada vez más inteligentes”. En EEUU la brecha entre trabajadores cualificados y no cualificados se ha mantenido más o menos constante desde principios del siglo XXI, mientras que la tasa de desempleo entre trabajadores cualificados prácticamente se ha duplicado.
Hasta la década de 1980, alrededor del 70% de los ingresos venían dados por las rentas del trabajo y el 30% por las rentas del capital. Desde entonces, el peso de las rentas laborales ha disminuido en la mayoría de los países ricos. De hecho, en la actualidad está en torno al 58% del PIB. Según Karabarbounis y Neiman, la mitad de esta disminución es atribuible a la utilización de tecnología mucho más barata. En otras palabras, las empresas están sustituyendo trabajo cualificado (universitarios) por tecnología vía ordenadores.
Si esto fuera así, es decir si disminuye la importancia del capital humano ¿hacia dónde nos dirigimos? Especulemos (muy interesante el artículo de Roubini: Rise of the Machines: Downfall of the Economy?). Probablemente hacia un mundo donde aproximadamente el 10-15% será muy rico y tendrá un nivel de espectacular (os recomiendo el libro de Tyler Cowen -blog aquí-, Se acabó la clase media). El resto de la ciudadanía tendrá unos salarios estancados y en retroceso. Eso sí, a cambio dispondrá de enormes oportunidades de ocio y de educación barata. La tecnología del siglo XXI pondrá a nuestra disposición servicios gratuitos o semigratuitos. Y en este contexto, la desigualdad de ingresos vendrá dada por la meritocracia. Así que la solución parece sencilla, voy a hacer más méritos que nadie: voy a estudiar más que nadie, voy a trabajar más que nadie y voy a ser más eficiente que nadie.
¿Asunto arreglado? Más bien al contrario.
Un sistema que se basa en premiar al mejor preparado no significa necesariamente que sea el más justo, porque no todos tienen las mismas oportunidades de acceder a una buena educación. ¿Quién tiene más mérito, el que saca un 10 y siempre lo ha tenido todo de cara o el que saca un 7 o un 8 sin que sus padres hayan ido a la universidad, o que ni tan siquiera sepan leer y/o escribir?
El denominado networking, los contactos (conocidos en España como padrinos), son una manera elegante de enchufismo que tiene un peso extraordinario a la hora de cubrir los puestos más relevantes, tanto públicos como privados. A largo plazo las personas que proceden de arriba están mejor preparadas, mientras que aquellas que proceden de abajo tienen que superar importantes obstáculos que a efectos prácticos les hace muy difícil aprovechar las oportunidades. Oportunidades que generalmente se suelen llevar quienes, desde niños, han recibido una educación de calidad superior. Veamos el porqué. La razón por la que muchas personas quieren ir a Harvard, Yale o Princeton no es la educación, sino los contactos que pueden hacer allí. Una red de contactos sociales que años más tarde se reproducirá a nivel profesional. Dime con quién te relacionas y te diré a qué llegarás en la vida. En definitiva, muy probablemente la meritocracia más que fomentar la movilidad social, perpetúa el dominio de la clase alta. Esto es lo que afirmó Young en 1958 (The rise of the Meritocracy), para quien la meritocracia es un sistema que perpetúa en el poder a los de arriba y que deja a los de abajo “cada vez más y más desconectados y alienados, hasta el punto de que ni se preocupan por votar”.
Más opiniones. Para Rodríguez Mora (informe aquí), el sistema español ha demostrado su ineficiencia a la hora de asignar correctamente el talento, que es el objetivo final de la meritocracia. En su opinión, las razones estriban en las constantes discriminaciones que se sufren por cuestiones de herencia social, por edad, por asuntos relacionados con la renta o la cultura y por una herencia biológica que condiciona el sexo o la raza, entre otras cosas.
En este video tenéis la lección de economía de mi abuelo en sentido figurado, apenas dura 5 minutos...
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